Imagino que desde que llegaron los europeos con intenciones colonizadoras y, con seguridad, desde que tengo memoria la imagen proyectada del entorno al que pertenezco ha sido siempre la misma: en otra parte del mundo viven seres mejores, más civilizados, más inteligentes, y menos violentos… por enumerar solo algunas de las maravillas del mundo exterior, especialmente hacia el norte.

El mensaje se repite de muchas maneras año tras año, década tras década y generación tras generación con la complicidad inocente de los medios de comunicación.

En programas de televisión, películas, etc. es constante el uso del termino ‘tercermundistas ‘ con una connotación peyorativa, asumiendo como verdad un concepto categórico que se transmite a nuestros jóvenes desde las mas tempranes edades como si se tratara de una verdad. Las nuevas generaciones crecen aceptando ese aparente orden del mundo donde lo que les pertenece y lo que sus antepasados ayudaron a construir no es ni será tan bueno como lo que hay afuera donde todo es mejor; estamos obstruyendo que se relacionen con su entorno de una manera sana y, muy al contrario, colaboramos para que acepten como verdad una visión distorsionada del mundo que va a limitar sus posibilidades de ser felices. Es un termino de una simplificación excesiva y connotación negativa que perpetua estereotipos y desigualdades, ni que hablar del impacto psicológico.

Este articulo no pretende ser un análisis formal ni mucho menos de la historia alrededor del actual orden del mundo y todos sus aspectos sociales, económicos, y politicos. Lo escribo con la esperanza de que aquellos responsables de la información que suministran sus medios traten con más cuidado el mensaje que envían, especialmente a los más jóvenes.

Desde el autodenominado Primer Mundo llevan generaciones implementando y popularizando mecanismos que validan esa innegable verdad: que son mejores, la misma posición que han asumido desde que empezaron a esclavizar  y explotar a otros pueblos porque habían logrado supremacía bélica, que hoy en día mantienen y cuyos resultado hemos visto a lo largo de la historia… Todavía hoy en día, los medios de comunicación siguen participando inocentemente en la validación y reproducción de estas nocivas nociones, que atacan el desarrollo psicológico sano que debe tener un joven con su entorno. 

El termino de “Tercer mundo o tercermundista” conlleva una noción peyorativa, de niveles: ¿Todos por acá estamos dos niveles por debajo? ¿Es esa la idea que debemos aceptar y entregar de legado a las nuevas generaciones como una verdad indiscutible? Tal vez en medios académicos reconozcan lo absurdo de estas nociones pero no es así con el grueso de la población.

Desde esos países aparentemente mejores llega constantemente información que valida su estado de desarrollo privilegiado, nuestros medios de comunicación lo replican irresponsablemente, sin ofrecer una perspectiva crítica mínima. Estos mensajes casi nunca son positivos o constructivos: nuestras universidades son las peores según algún indicador, nuestros jóvenes los menos inteligentes según otro, somos los mas violentos y corruptos, etc. Aquí aceptamos todo como verdades incuestionables, especialmente lo negativo. Sin ninguna reacción de la sociedad que permita asumir una actitud critica y de análisis. En sus manos esta la unica posibilidad permitirle a la sociedad que pertenecen que se libere de estos prejuicios, así de dramático.

Nada de esto sería importante, ¿a quién le importa lo que digan o no? Desafortunadamente eso no es real, las repercusiones son profundas, propician por ejemplo el desarrollo de ciudadanos psicológicamente propensos a la corrupción, que no respetan su entorno, anhelando pertenecer a un mundo que no es el que naturalmente les corresponde… Son demasiados los efectos negativos en el sano desarrollo psicológico. Demasiados.

A manera de superficial ejemplo pensemos en el concepto de la violencia, ¿qué sucedería si hacemos un análisis objetivo de los muertos que generan los intereses económicos de las llamadas super potencias y ‘países desarrollados’ durante toda su historia? ¿Qué tal los números de muertos en las guerras? ¿La violencia comparativa hoy en día en las ciudades? 

Hace un par de semanas recordé las pruebas PISA que infaliblemente año tras año demuestran que nuestros jóvenes están muy por debajo del nivel de los jóvenes de otras partes del mundo. Estoy a la espera de que llegue el nocivo mensaje que no ha llegado en este 2023, por lo menos hasta donde yo sé. Hace unos pocos meses me senté con una querida y exitosa amiga, Phd en economía del MIT, obtenido por una beca de la misma universidad, la invité a que escogiéramos una pregunta aleatoria de esa prueba en la competencia de economía y la resolviéramos. Yo soy un ingeniero, con una inteligencia que pensaría no está por debajo del promedio. ¡No fuimos capaces de resolverla después de quince minutos! Era ambigua, generaba discusión, la regular traducción al español ocasionaba confusión entre otros. ¿Y sometemos a nuestros jóvenes a cientos de esas preguntas durante hora para después entre toda la sociedad señalarlos como inferiores? El ejercicio lo hice con otro destacado amigo académico, escogimos 5 preguntas, no acertamos en 4.

Nuestros jóvenes no pueden crecer con una visión deformada del mundo, es nuestra responsabilidad crear un entorno que  estimule la construcción de una visión crítica del mundo, desde una posición de igualdad y libertad.

Ustedes, cada una de  las personas responsables de una u otra manera de los medios de comunicación son, sin duda alguna, el mecanismo social más importante con el que cuenta la sociedad para evolucionar sanamente. Deben ser consientes de eso y estar a la altura de su responsabilidad social, es nuestro esfuerzo ofrecerles herramientas de datos que les ayuden a hacerlo.

Esperamos en el Observatorio Ciudadano que en el futuro cercano podamos ofrecerles nuevas perspectivas fundamentadas en datos que les permita asumir posiciones más criticas, no pueden seguir actuando con inocencia y ausencia de sentido de patria. 

Mauricio Lopez

Observatorio Ciudadano